5 de octubre de 2011

El ticket a Babilonia

A mi me gusta mucho Babilonia. Es un lugar al que voy bastante seguido cuando Florencia me llama y me dice que tengo que hablar con ella. Siempre nos encontramos ahí, en Cracovia al 1600. El otro día fui y te encontré sentadito, cabizbajo, con los zapatos lustrados y una rosa en el hojal. Pegamos onda, nos dimos un par de besos y nos dijimos compañeros un buen rato. Después, como a las 15 horas del primer beso, yo me tuve que ir a pintarme las uñas de rojo y vos tenías una cita con el cielo. Dijimos de volver a vernos de nuevo en Babilonia pero vos no estabas muy convencido porque sabés que tus citas con el cielo son un poco largas, inconclusas, hasta inverosímiles a veces. El cielo te llama pero las más de las veces o tenés miedo de subir o te conformás con saber que es a vos a quien quiere tener entre sus piernas celestiales.

Cuando me diste el beso tenías un poco de sabor a nube, aunque fue tan tormentoso que no me quise detener en el detalle de tu boca que me estaba diciendo que tenías una cita con el cielo y que solo tenías 15 horas para estar conmigo en la orilla del río que queda en Babilonia a unos metros de Cracovia al 1600. Pero vos tenés que saber que la la orilla del río que queda en Babilonia a unos metros de Cracovia al 1600 no es un río para cualquier persona. Es mi río sobre todo, pero, además, es el río donde se sientan las personas que no tienen sólo 15 horas para dar.

Comprar un ticket a Babilonia no es la salvación. No te compres la novela de que viajar ahí te va a salvar de tu cita con el cielo porque el cielo va a existir siempre, arriba tuyo, qué paradójico, siempre celeste, siempre grande, siempre más grande que Babilonia. Lo que tenés que hacer es subir de una vez, el cielo es lindo después de todo, vos lo sabés más que yo, que nunca subí porque a mi me gusta más el rojo infierno. Cuando subas, y tal vez te des cuenta de que el cielo no te gusta, vas a bajar y a sentarte más tranquilo en la orilla del río que queda en Babilonia, a unos metros de Cracovia al 1600. Cuando eso pase, yo te invito todos los días de tu vida a sentarte ahí. Te voy a convidar de mi Florencia, te puedo hacer torta de mandarina o una tostadita con caviar. Lo que vos quieras. Mientras tanto, no.