28 de enero de 2010

La dictadura del perdón


Pedir perdón no es para nada heróico, ni es de buena gente, ni habla bien de uno. Es más bien uno de los actos más humillantes que existen. Es de sometido ( y creyente, prácticamente sinónimos) y le da al otro un poder pedorro de poder decidir sobre tus actos, como si estuviera súper elevado moral y espiritualmente. Pedirle perdón a alguien, es como dejar los molinetes del subte liberados un lunes a las 7 de la tarde. Y es uno de los actos más hipócritas: no importa cuántas veces te arrepientas de algo y pidas perdón, siempre el hijo de puta te lo va a recordar.