24 de enero de 2010

So Fucking Stuck

Me niego - y me he negado so many times - a aceptar que existe un orden natural de las cosas: una mano invisible, siguiendo a Smith, que delibera sobre el accionar de los humanos.

Una sociedad que debe componerse, casi necesariamente, con ricos y pobres. Mujeres que deben cumplir, casi por sobre todas las cosas, con el deber natural que se les ha impuesto, el ser madres. Que el que trabaja es honesto, y el que no es un vago. Que el que estudia es una persona con visión y proyección, y el que no, no va a ser nadie. Así, decidido por una especie de ley Mosáica.

Y me encuentro rodeada, por todos mis costados, de personas que siguen esta ley sin peros. A veces me veo a mí misma rodeándome por todos mis costados.

Hace unos días estaba escuchando a L hablar sobre su relación con los hombres. Se encontraba en la fase dicotómica "me-acuesto-con-él-o-todavía-es-muy-pronto". La ley plantea que tiene que pasar cierto tiempo (generalmente dos fines de semana) entre beso y sexo. Pero ella largaba por los ojos la necesidad de estar con él. Y ahí me puse a pensar ¿no? ¡Quién ha sido el cerdo que planteó que entre beso y sexo tiene que pasar 14 putos días! Que diga cerdo y no cerda, no es arbitrario: así como Moisés era hombre y ordenó a los fieles no desear a la mujer del prójimo, el que decidió esto por toda la humanidad, también fue un hombre.

Y no es tan simple burlar la ley. Si se burla, le siguen otras que castigan, porque la ley se ampara en sí misma, como bien sabemos, y por eso es contradictoria: "No te acostarás a la primera cita, pero si lo haces serás condenada a una vida de tortura verbal y llevarás colgando el cartel de PUTA por los siglos de los siglos"

Amen(se)