No voy a citar a Rilke porque estaría faltando a mis principios de evitar todo tipo de cita autoridad. Además, Rilke, por más genial que sea, es como el Osho de los intelectuales, y Osho me resulta trash y, sobre todo, EL verdugo de los que siempre esperan ser iluminados sin hacer nada más que leer. Sin embargo voy a teorizar sobre algo: *música de tambores* El amor.
*cof-cof*
Está rondando esta idea en mi cabeza de que siempre existe un lugar al que deseamos volver. Por más lejos que estemos, queremos volver a ese nido, a esa suerte de experiencia madre que ocurre de una vez y para siempre. Algunas veces muy temprano, otras veces muy tarde y algunas pocas, jamás de los jamases. El amor no es una experiencia para cualquiera, no es algo en lo que todos pueden triunfar. No hay un Harry para una Sally las más de las veces. Enfrentémoslo.
Pero cuando ocurre, debemos contemplar la idea de que estamos marcados de por vida, como una vaca cuando entra al matadero, si se me permite la metáfora. Por supuesto que es maravilloso cuando ocurre, por el simple hecho de que querer a alguien no es nada fácil. No es fácil querer a otro, mucho menos amarlo de la forma más pura, como cuando una madre se encuentra, por primera vez, con la cara rosada de su bebé luego de dar a luz.
No es fácil porque, partamos de la base que entender que tus hombros van a sostener tu cabeza de por vida, ya es una idea bastante chota de asimilar de una vez y para siempre. Con esa primer experiencia, frustrada la mayoría de las veces, tenés que salir al mundo a cruzarte en el camino de muchos y que esos muchos, o no esos, tal vez otros, se crucen en el tuyo con tanta impunidad... Hasta que millones de años luz después -porque se siente asi, como si hubieras vivido millones de años hasta sentir amor- te das cuenta que todo ese laburo que hiciste se te va a la mierda porque no te alcanzan los hombros para sostenerte, necesitás los hombros de alguien más.
Y acá viene lo individualista, como siempre, porque nunca, NUNCA, es un proceso de dos. Siempre son dos en la más pura individualidad que están ahí, caminando por el mismo camino, viviendo en la misma casa, casándose el mismo día y teniendo los mismos hijos.
Yo caí en la cuenta de que sólo una vez en la vida fui buena. Transitoriamente fui buena, pero lo fui, con todo el peso que comúnmente tiene una persona buena. Ese es mi nido, ese es el lugar al que quiero volver. La irremediable conclusión, es que nunca se vuelve a generar un nido semejante, la experiencia madre es una sola, ocurre una sola vez y es para siempre. Después de eso pueden venir otros simulacros, hermosos, pasionales, reconfortantes, lo que vos quieras, pero nunca iguales, nunca volvés a ser el mismo porque nunca amás de nuevo.
No estamos preparados para eso, sino, deberíamos morir y nacer más de una vez.