1 de noviembre de 2010

Corporativa con rastas

El mercado, ese enorme lugar donde comprar y vender de todo bajo la (pseudo)simple lógica de la oferta y la demanda. Hace unos años, por supuesto, ni en pedo te decía que las alas las tenías que comprar. Obvio que te decía "Vení, sumate que volar es gratis". Hace unos años proyectaba filosofar, embriagarse y decir lucideces, debatir y dejarlos callados. Era en ese tiempo donde no entendía de violencia simbólica, de objetividad y crticismo. Claro, era el tiempo donde te decía "Vení, sumate".

Tampoco categorizaba las cosas en múltiples mundos: no existía lo trash, lo genial, lo pan, lo lógico, lo razonable ni lo gorilón. Tampoco te definía por la marca de cigarrillos que fumás, la música que escuchás o los libros que leés. Ni hablar del cine. Qué sabe de cine, ¿no?

Menos que menos por la carrera que estudiás, si vas a la UBA o si vas a la empresa privada.

En ese tiempo todo era lo literal, lo del submundo, lo de los magos. Todo era buena onda, claramente.

Pero ahora (¿alguien se da cuenta del peso de esa palabra?) ahora, ya fue, man. He aquí la complejización; he aquí (¿y del peso de ésta?) todos los mundos en el mundo, todos los edificios en el edificio, todo en el todo.

Bienvenido el corporativismo y las rastas. Bien-venido: te digo que los jipis son la gran construcción del 2000, te digo que aproveches el poder de la red, de lo efectivo, te digo que no ahorres, te digo que vayas al mercado a comprarte las alas porque es la única manera que tenés de volar.

Te hablo de la razón instrumental, de eso te estoy hablando ahora. Y me encanta. Es la respuesta que quiero escuchar. Gracias. Vuelva pronto.