No soy lo que se puede llamar feliz en mi Sr. trabajo. Digo Sr. porque aparentemente, cuando digo las dos palabras mágicas, aparecen en el imaginario de mis interlocutores cientos de pensamientos "grosos". Que seguramente gano bien, que tengo el control de la situación financiera, que sé de leyes económicas, que hago pagos y transferencias y eso, supongo también, debe parecerles todo un logro a mis escasos 20 años. Pero, la realidad es muy distinta señores.
La realidad es que, cobro menos de la mitad de un sueldo básico. No gozo de la divina OSECAC, no tengo recibo de sueldo ni aportes. No me reconocen la voz cuando me llaman los clientes, y a duras penas, mi jefe recuerda mi nombre completo. Soy objeto de deseo de mis compañeros de trabajo, porque soy la única mina en el recinto. El único provilegio que tengo, es que puedo elegir la radio. No recibo felicitaciones si hago todo bien, y no recibo regalos de fin de año. Ni una sidra me dan los muy hijos de puta. No tengo hora de almuerzo, y soy cuestionada hasta el cansancio cada vez que vuelvo a trabajar, luego de un año de saber que trabajo por 20 días porque saben firmemente que no hay trabajo para mi por un mes. Soy la que firma las intimaciones y la que se pelea con la AFIP. Mi teléfono no pasa llamadas correctamente y siempre soy culpada por eso. Es decir, no me lo dicen, pero sus caras de orto lo evidencian. Lo que sería mi escritorio, es un mueble que no tiene cajones ni estantes, y todos los papeles se acumulan en un mísero espacio que yo misma me hice. No tengo una impresora competente para la cantidad de hojas que imprimo diariamente. Las abrochadoras se pierden constantemente y, para que no me saquen los útiles, los señalicé con cinta scotch y papelitos. Mi silla es como un cajón de madera astillada, porque me duele el orto cada vez que me levanto. Y como si fuera poco, debajo de mi "escritorio" yacen todos los cables de la central telefónica e internet, por lo que a duras penas puedo cruzarme de piernas.
Soy la que le hace el café a mi jefe, sin azúcar porque es diabético y con un poco de leche porque es un hincha pelotas.
Soy el che pibe, que cuando habla de su trabajo, los demás se inflan de orgullo pensando que tienen una amiga que es auxiliar contable, la mano derecha del jefe, la que pisa fuerte. Yo me lleno de orgullo también, pero cuando me salgo de mi cuerpo y me miro de afuera, como si la que pronuncia esas palabras fuera otra.