Hoy la cosa viene así, sin filtro, de una... Ya no le creo nada.
Lo simbólico de empezar un nuevo año: decir que lo arrancaste como el orto. En realidad yo lo arranqué del orto, tirada con un vestido blanco sobre el pasto de un descampado al costado de las vías, rodeada de alcohol barato y fernet caliente. Iluminada por el primer rayo de sol de la mañana y escuchando las risas del demonio que estaba drogado al lado mío.
También lo arranqué mirando una macumba o un santuario al gauchito Gil, qué se yo. Después hablé dos minutos con Florencia y me tiré a descansar en otro pasto, al costado de otras vías, en otra parte y con otra gente. Más copada. Más amada.
Pero entre el pasto y las idas y venidas se me cayó ella del décimo piso. Se me cayó adelante de los ojos, en frente de mi. Me acerqué a ver si en verdad era ella, y sí, estaba ahí tirada y sangraba por todos los agujeros que tiene el cuerpo humano. Yo no pude hacer más que reirme.
Siempre supe que había que desconfiar de las sonrisas twentyfourseven, de la solidaridad desmedida, de los robertoscarlos y los millón de amigos, de que los mensajes no le llegan, de que no llama porque está haciendo algo más importante que vos, siempre desconfié de eso.
Ella no es lo que ves. Ella es la que está segura si vos estás inseguro. Es la linda que sale con la fea para sentirse más linda. Es la que tiene compañía pero necesita tener un ejército de reserva waiting for her to come. Es la que te muestra las tetas, la que te muestra un brazo huesudo al grito de "estoy regorda". Es como la merca: se confunde con miles de polvos blancos pero es la única que te hace mierda.